Allá en un país muy
lejano donde el mar se une con la tierra, vivía una familia canina. Entre todos
destacaba por su insaciable curiosidad, una pequeña perrita con pelo largo y
tonos del color del maíz en el otoño y
con ojos limpios y claros, como el celeste del cielo después de la tormenta.
Se sentía muy contenta
jugando con todos los miembros de su clan, aprendiendo los manejos de los
animales de su especie, conociendo las artes para vivir con sus propios
recursos.
Experimentaba la
seguridad de vivir en camada, junto a un sentimiento de dependencia.
Cada día se sentía más y
más fuerte, segura de sí misma y preparada para explorar nuevos territorios.
Llegó un día que
correteando con sus amigos llegaron a la orilla del mar. Contemplando la
majestuosidad de las aguas, distinguió a lo lejos unos delfines nadando y
saltando por encima de las olas, dando cabriolas como las del circo.
Se maravilló de la
libertad e independencia con la que se movían dentro del inmenso océano. Se
sintió conmovida, una sensación nueva había nacido en ella y deseó vivir la
experiencia de la libertad.
Despidiéndose de su
familia, se alejó hacia tierras lejanas rodeadas de montañas nevadas. Pasaron
muchos días y muchas lunas. Entre montañas conoció la vida en compañía y en
soledad, con fortaleza y fragilidad, con salud y enfermedad, con aprecio y
desprecio. Fueron muy grandes sus experiencias.
Ella mantenía la
comunicación con su camada. De cuando en cuando volvía a su tierra y correteaba
con los suyos por los lugares familiares.
Una mañana, pensando
sobre su futuro ideó marcharse a una isla muy lejana. Allí, quería encontrar
una forma propia de tener la comida asegurada todos los días. Pero consideró
que debía consultarle a su Madre sobre esa idea.
Y ahí fue donde tomó
conciencia de la fuerte unión que mantenía con su clan, al mismo tiempo que se
sentía independiente y libre.
Unió de esta manera lo
que parecía irreconciliable, la dependencia y la independencia. Así llegó a
experimentar la paz interior cuando comprendió que, la convivencia de los corazones está basada en la conexión
de todos y al mismo tiempo en el respeto para que cada uno decida el camino
único y distinto a los demás, para experimentar su vida.
Miguel Castillo Marfíl
INFOLUPUS ENERO 2014
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