Siento miedo y agradezco ésta emoción. Me ofrece
señales que me son muy útiles,
para tomar consciencia de un
peligro. Con éste aviso, decido permanecer pasivo, o bien
actuar, en forma de lucha ó
huida, para alejarme de la situación de
riesgo.
Gracias al miedo he vivido hasta ahora, sobrepasando los males que
aparecieron en
mi camino.
Ahora bien, hay momentos en que mi mente forja pensamientos de
eventos futuros,
cuyas consecuencias las
imagino calamitosas. En esos instantes siento miedo.
Como el hecho está en la esfera mental, no puedo darle una
respuesta adecuada.
La energía creada por éste miedo, no puedo encauzarla dándole una
expresión para
liberarla. La consecuencia
es, la somatización en forma de síntomas claros y evidentes.
Podré sentirme cansado, malhumorado, inquieto. Esto me lleva a
sentirme con baja
autoestima, aumentando la
dependencia de las personas con las que comparto la vida.
De modo que, elijo una estrategia ante ésta situación. Me sitúo
como un observador
de mí mismo.
Al prestar atención a mi cuerpo, compruebo el nivel de serenidad o
de intranquilidad
que estoy experimentando. Me
sirve de testigo fiable y certero de mis pensamientos. Mi
cuerpo dice la verdad, no
puede engañarme.
Yo, a través de pensamientos
justificadores, puedo autoengañarme al no
reconocer
la unión directa mente-cuerpo.
Cada día, decido estar vigilante de los pensamientos que se forman
en mi mente.
alimento aquellos que son
útiles en mis proyectos de vida y rechazo los que supongan
restarme serenidad y gozo.
Así, mirando mi interior y adoptando una actitud de responsabilidad
con respecto a lo
que pienso, siento y hago,
puedo cambiar el rumbo de mi vida.
Con respeto y calor humano. Un abrazo.
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